¿Qué es el apego y cómo podemos fomentarlo con nuestros hijos/as?

El apego es la relación afectiva más íntima, profunda e importante que establecemos los seres humanos. Este apego afectivo se caracteriza por ser una relación que es duradera en el tiempo, suele ser estable, relativamente consistente, y es permanente durante la mayor parte de la vida de una persona. Ejemplos de relaciones de apego son las que se desarrollan entre las parejas y entre los hijos e hijas y sus madres/padres (y a veces entre profesionales y sus pacientes y/o alumnos). Aquí nos centraremos en el apego entre los hijos/as hacia sus madres/padres.

En la actualidad se considera que el apego es uno de los aspectos más importantes en el desarrollo de los niños, debido a las siguientes razones:

Primero, el apego es una necesidad biológica que todos los seres humanos tenemos (de igual importancia que comer o respirar), esto quiere decir que los niños (y los adultos) necesitan vivir vinculados a otras personas que los cuiden y los quieran.

En segundo lugar, el apego es importante porque es el “espacio vital de crecimiento del niño”, es decir, que la calidad del apego que reciba el niño/a va a influir en cómo se comportará y desarrollará en el futuro.

Finalmente, el apego es lo que da al niño un sentido de seguridad, autoestima, confianza, autonomía y efectividad para enfrentar el mundo, de acuerdo a la calidad afectiva que reciba de sus padres.

Teniendo en cuenta todas estas razones, es muy importante aclarar que el apego no incluye todas las instancias de crianza y relación que se establecen con el niño/a. El apego se forma específicamente en aquellos momentos donde ellos sienten o expresan algún malestar (sea porque se sienten solos, están enfermos, se hicieron daño, etc.) y el modo cómo los padres calman ese malestar.

De una forma más clara y directa es posible afirmar entonces que la calidad del apego que los hijos establecen con uno está determinada por el modo como se suele calmar los diversos malestares que pueden sentir o vivir. Si por ejemplo, un niño se cae, llora, y los padres lo retan, o si a un bebé se lo deja llorar por mucho tiempo, o si se deja solo a un niño o niña por largos periodos, entonces todos esos son modos que no calman al niño, sino que lo dejan con más malestar (y por ende, son modos inadecuados de establecer apego). Por lo tanto, el apego es una relación afectiva estable, duradera, íntima que determina en gran parte el desarrollo presente y futuro del niño/a, y que se forma en los miles de momentos en donde un infante expresa su necesidad de ayuda y lo que los padres hacen con ese malestar.
Desde este punto de vista, inevitablemente surgen muchas preguntas e interrogantes sobre el modo más adecuado de cuidar y calmar a los niños.

Históricamente, los padres y madres hemos recibido muchos consejos y guías que se contraponen con lo que las investigaciones en apego han demostrado. Algunos de estos mitos de la crianza son:

El apego sólo se forma con contacto piel a piel en el momento del parto: si bien este momento es muy importante para el desarrollo del niño y el desarrollo del vinculo con la madre, ha sido un error pensar que aquellas madres que lo hacen tendrán buen apego y las que no lo hacen no lo tendrán. El apego no se forma en un solo instante de minutos u horas, sino en el día a día de la relación con el niño, desde el nacimiento hasta la adultez.

Las instancias de juego son las principales para formar un apego sano: el juego es una instancia vital para el desarrollo del niño, pero no tiene sentido jugar si por otra parte, no se los suele calmar y apoyar cuando lo necesitan. Algunos padres y madres sólo interactúan de modo positivo con los niños en el juego, pero no los calman adecuadamente cuando les pasa algo negativo.

La lactancia es otra de las principales instancias para formar un apego sano: aunque nadie duda de los impresionantes beneficios de la leche materna, es un error pensar que solo se hace apego en este momento ya que tal como se ha mencionado el desarrollo del apego es una actividad diaria y continua referida a calmar el stress de los niños.

A los bebés y niños/as no se les debe tomar siempre en brazos, de lo contrario se mal acostumbrarán (y mal criarán): los estudios han mostrado lo contrario. Aquellas madres o padres (o cuidadores importantes para el niño) que suelen siempre calmar al niño, darle contacto afectivo y físico continuo, suelen tener niños “mejor comportados”, mas calmados (y menos descontrolados). El contacto físico constante da seguridad al niño, y lo protege de futuros problemas afectivos y conductuales.
si a un niño se lo consiente en todo, se “mal criará”: los niños que se tildan de “mal criados” no es porque se les da todo, sino porque los padres en algunas ocasiones les dan todo, pero en otras cambian su conducta de modo inconsistente, es decir el niño/a se confunde y se siente inseguro del cariños de su padre y madre. Si a un bebé o niño se le da todo en términos de cariño, se le está enseñando a confiar, querer y comunicarse con los otros (y a calmarse a sí mismo).

Los bebés tienen que aprender a ser independientes desde temprana edad (dormir solos, jugar solos, aprender a estar solos, etc.): los bebés no están biológicamente preparados para aprender a estar solos (¡ningún ser humano lo está!). Entonces, cuando se busca que los niños sean independientes a temprana edad, en el fondo lo que se está haciendo es fomentar su soledad, y su falta de confianza en el cariño de los padres. De a poco hay que ayudarlos a desarrollar su autonomía, pero estando siempre atentos a apoyarlos.

Cuando un bebé o niño hace una pataleta se la debe ignorar: los estudios son claros en mostrar que cuando se hace eso, el niño aumenta mas su rabia, frustración, y por ende, no solo hace mas pataletas, sino que siente rencor hacia sus padres (si esto se hace de un modo relativamente continuo).

En conclusión, la importancia del apego en la crianza nos dice que tenemos que entregar todo el cariño, afectividad, contacto físico, que podamos a los niños. Es de ese modo como ellos aprenderán a enfrentar el mundo de un modo adecuado.

Es importante tener en cuenta ciertas habilidades fundamentales que pueden ayudar a fomentar un apego sano con los hijos. Más de 30 años de estudios han mostrado que son 4 las habilidades fundamentales que se deben tratar de aplicar de un modo secuencial:

Atención: aquí se refiere a la habilidad básica de atender, contactarse afectivamente y comprometerse con el desarrollo del niño.

Mentalización: esto se refiere a la habilidad de saber empatizar y comprender lo que le está ocurriendo a un niño (especialmente en momentos de stress. Esto implica no criticar ni inferir intenciones negativas en el niño “el es un manipulador”; “ella es agresiva y le gusta pelear”), sino más bien hacer el esfuerzo por comprender qué está tratando de expresar un niño con su malestar (“se enojó porque quiere que lo tomen en brazos”).

Automentalización: aquí se refiere al proceso de entender qué le pasa a uno como padre y madre cuando los niños/as expresan cosas negativas. Es decir, entender que muchas veces solemos culparlos de cosas que nos molestan a nosotros.

Regulación: por último, lo anterior no tiene sentido si es que uno no se tranquiliza y enfrenta al niño/a de modo que se calme y disminuya su malestar (no que lo aumento). Son muchas las cosas que los padres hacemos que dejan al niño más estresado y molesto. Debemos estar atentos para esforzarnos y mejorar en esto.

Es muy recomendable ensayar estas habilidades como una actitud frente a la crianza de los niños y niñas (especialmente cuando ellos se sienten mal, independiente de la razón).

Por último, si se hace una siglas con el nombre de cada una de estas 4 habilidades, tiene que en el fondo desarrollar el apego es A.M.A.R a los hijos e hijas.

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